¿Enfrentando un gigante?

Entramos en la tierra a la cual nos enviaste a explorar y en verdad es un país sobreabundante, una tierra donde fluyen la leche y la miel. Aquí está la clase de frutos que allí se producen. Sin embargo, el pueblo que la habita es poderoso y sus ciudades son grandes y fortificadas. ¡Hasta vimos gigantes allí! Números 13:27

Los gigantes en nuestra vida tienen una característica principal, intimidan.   Porque vemos su tamaño y lo comparamos con el nuestro.

¿Enfrentando un gigante?

Puedes tomar tres decisiones con respecto a ese problema:

  1. Huir despavorido. Retroceder ante él y dejar que ese gigante bloquee las metas de Dios para tu vida.
  2.  Estancarte, paralizarte y dejar de avanzar porque cada día escuchas sus amenazas.
  3. Enfrentarlo, aunque tengas miedo. La valentía no es ausencia de miedo, la valentía es que cobras valor para enfrentar al gigante, aunque tengas miedo.

Recuerda que no es el tamaño de tu gigante, es el tamaño de tu Dios.

El rey David no miro el tamaño del gigante Goliat, cuando este tenía paralizado de miedo a todo el ejercito Israelita.

David preguntó ¿Qué están dando por vencer ese gigante?

El gigante se puede convertir en una oportunidad para tu vida.

Grítale a es gigante: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado.

David usó sus talentos y experiencia; no uses la armadura de otro. Confía en Dios y actúa con valentía.    

No permitas que el temor te impida entrar y disfrutar de la tierra prometida. Solo tú puedes bloquear las metas que Dios tiene para ti. El gigante solo se ve grande y es bocón. Pero:

Ya que has puesto al Señor por tu refugio,
    al Altísimo por tu protección,
ningún mal habrá de sobrevenirte,
    ninguna calamidad llegará a tu hogar.
Porque él ordenará que sus ángeles
    te cuiden en todos tus caminos.
Con sus propias manos te levantarán
  para que no tropieces con piedra alguna.  Salmos 91:9-12

¡NO ES EL TAMAÑO DE TU GIGANTE, ES EL TAMAÑO DE TU DIOS!

Oremos,

Amado Padre Celestial, reconozco que tengo miedo, pero en ti estoy seguro. Gracias porque no me has dado espíritu de temor, sino de poder de amor y de dominio propio. Hoy decido enfrentar ese gigante y se que me darás la victoria por que tú, marchas al frente.

En el nombre de Cristo Jesús.

Amén               

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