La persona leprosa y llagada se vestirá de andrajos y andará con la cabeza descubierta, y cubriéndose la boca gritará: “¡Impuro! ¡Impuro!” Mientras la llaga permanezca en él, será impuro y vivirá solo y fuera del campamento. Levítico 13:45-46
Aunque la lepra hoy es completamente curable, la lepra espiritual sigue infectando a millones de personas en el mundo.
La lepra espiritual se trasmite a través de la bacteria del orgullo, cuando pensamos y creemos que somos autosuficientes, que nos podemos valer por nosotros mismos, sin la ayuda de Dios.
Naamán el sirio, era un general valiente, poderoso y adinerado, que buscó ser sanado de su lepra a través de artes mágicas. Naamán pensó que Eliseo saldría a recibirlo con honores, que aceptaría su soborno y que haría conjuros e invocaciones o que con un movimiento de la mano y danzas lo sanaría.
Quienes actúan así, están invocando al mismísimo Satanás, al que gobierna las tinieblas.
Estás prácticas producen lepra espiritual que conduce a la muerte, la ruina y la destrucción. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir, pero Jesús vino para que tengas vida en abundancia.
Como en los tiempos antiguos, La lepra espiritual te aleja de la luz, te aleja de la intimidad con Dios, te impide disfrutar de relaciones sanas y gozar la libertad y la paz que solo Dios puede dar.
Cuando Naamán se despojó de todo su orgullo y desnudo se sumergió en el agua, fue sanado.
Jesús no te rechaza, Jesús no te excluye, Si te arrodillas ante él Jesús te toca y te sana.
En Marcos 1:40-41 Vemos a un hombre con lepra, pero Jesús no lo rechaza, lo toca y lo sana.
Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
—Sí, quiero. ¡Queda limpio!
Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.
Oremos:
Amado Padre Celestial, reconozco que tú eres el único y verdadero Dios, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible y no hay dios o dioses fuera de ti.
Hoy me despojo del orgullo y declaro mi completa dependencia de ti y recibo tu sanidad y la vida abundante que solo tu puedas dar.
En Cristo Jesús, Amén.