Si estás roto y solo pones remiendos, nunca saldrás de la crisis. Tienes que cambiar el molde.
El Señor Jesucristo lo explica de la siguiente manera:
—Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.
Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.
Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor”. Lucas 5:36-39
En la búsqueda de la satisfacción, el ser humano busca vino nuevo, pero no cambia el odre.
Tenemos una resistencia natural al cambio. Nos gusta la estabilidad. Lo conocido y predecible nos produce seguridad y cualquier cosa que atente contra ello, genera en nosotros una resistencia.
Aún hay odres viejos que se siguen aferrando a costumbres y preceptos basados en reglas y enseñanzas humanas, en apariencias, falsa humildad y trato duro del cuerpo, creyendo que así le prestan un servicio a Dios.
Estas personas terminan en vidas solitarias esperando que los demás cambien y se adapten a su vieja manera de pensar.
Si sigues poniendo vino nuevo en un odre viejo te convertirás en una colcha de retazos.
Si sigues aferrado al yo soy así, si sigues aferrado al pasado, a la queja, la falta de perdón y el juzgar a otros, ese odre viejo se romperá cuando recibas el vino nuevo y ambos se perderán.
Ve a la casa del Alfarero y deja que te transforme en una vasija nueva, en un odre nuevo donde el Ímpetu del Espíritu Santo se pueda contener.
El Señor hace todo nuevo.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Corintios 5:17
Aunque parezca que el vino viejo es mejor, aunque hayas probado del añejo y quieras seguir bebiendo de ese, bebe el vino nuevo. El vino nuevo es mejor.
No te resistas, suelta esos odres viejos y deja que el Alfarero te transforme en un odre nuevo, donde el Espíritu Santo sea derramado y ¡que empiece la fiesta!
Oremos:
Amado Alfarero, perdóname por las veces que me he resistido a ser moldeado por ti, hoy decido no resistirme más y dejo que me transformes en un odre nuevo donde se pueda contener el vino nuevo de tu Espíritu Santo.
Amén.